Otro héroe caído

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“Otro héroe caído” es un relato que narra una historia de un guardia civil recién llegado al País Vasco durante los años de plomo. Manuel, nuestro protagonista, es un personaje de ficción, si bien podría ser la historia de cualquier joven guardia civil que vivió esos convulsos años de miedo y desesperanza. 

Qué duro es el invierno en Euskadi, más duro es cuando tu familia vive a 800 kilómetros de distancia, cuando con 20 años te envían a un lugar donde siempre tienes que estar alerta, donde si no lo llevas bien no podrás dormir y cuando duermas soñarás que te acercas a tu vehículo y explota, también puedes soñar que te persiguen aunque quizás esto es más real que lo primero.

Manuel era ese chico de 20 años que vivía a cientos de kilómetros de su familia. No toda su familia sabía que era guardia civil, no quería que estuviesen nerviosos con el nuevo destino donde le habían mandado. Mejor decir que estás en una oficina en Madrid, con el aire acondicionado puesto y papeles entre las manos, pero aquí los únicos papeles que vas a llevar entre manos son informes de personas, fotos, características físicas, ubicaciones próximas a su domicilio, gustos, lugares frecuentes donde se movían…

Manuel era más o menos parecido a los otros guardias nuevos que llegaban a Euskadi. Un chaval normal, atlético, que no destacaba físicamente en ningún aspecto. Inició el curso del Servicio de Información a finales del verano, después de unas vacaciones merecidas en su tierra natal. En el curso no destacaba, eso era lo que se buscaba, que no se destacase en nada pero aprobase el curso. Tras una entrevista final, logró el objetivo de ser miembro del SIGC, pasaría a un equipo de vigilancia en dos meses, esos dos meses patrullaría las calles de Gipuzkoa junto con un compañero.

Durante esos dos meses sufrió un atentado, desde una motocicleta ametrallaron su vehículo causándo heridas a su compañero. Desde ese día no fue el mismo, se sentía inseguro patrullando por las calles. Al ser su instructor en el curso se puso en contacto conmigo. Le gustaba su trabajo, me dijo que tenía miedo… ¿quién no lo tenía? le contesté. No podía hospedarle en mi casa, fue a un hostal a pasar varias noches para relajarse y tranquilizarse.

Quedé con él una tarde de domingo, según decía le estaban siguiendo. Vino nervioso y medio temblando porque había recibido una carta en el buzón, la cual contenía una fotografía suya con una diana en su cabeza y una bala. Desde ese día siempre miraba atrás cuando iba por la calle, siempre iba acompañado por lo que pudiese ocurrir.

El miércoles de la siguiente semana sonó el teléfono a las 3:00 de la mañana, a esas horas solo había una opción, la voz del teniente fue clara y concisa, como siempre en estas ocasiones que desgracidamente se repetían con frecuencia: “Ha caído uno de los nuestros, en media hora tienes que estar aquí”. Todavía quitándome las legañas de los ojos me visto y salgo rápido a la comandancia, cogemos un vehículo rotulado y nos dirigimos a la dirección donde nos encontramos a la médico forense y al juez hablando con otros compañeros.

Al llegar al lugar nos bajamos con los pasamontañas puestos, ambos ya no se extrañan pues “nos conocemos” de otras ocasiones, solo conocen nuestra mirada y les basta. Al preguntar el teniente el nombre del guardia asesinado y escuchar “Manuel” noto un nudo en el estómago, sin preguntar a nadie paso el cordón policial, levanto la manta amarilla y veo la cara de Manuel envuelta en sangre, un orificio en la nuca puso final a su vida.

Según las primeras investigaciones había salido con unos amigos a tomar algo, quería pasárselo bien y evadirse del trabajo. De vuelta a su casa le dispararon por la espalda. Habían sido ellos, le seguían y esperaron la oportunidad para acabar con su vida. Ahora toca la peor parte, llamar a un madre y decirle que su hijo de 20 años ha sido asesinado.

El traslado del cadáver a su tierra natal se hizo en silencio, como ocurre en estos casos, una pequeña reseña en los telediarios comentando la nueva muerte de un guardia civil en el País Vasco.

Pocas veces nos veréis así, de uniforme. Al cementerio acudió mucha gente, la mayoría compañeros de la comandancia del lugar. Entre ellos destacábamos nosotros, no era normal ver a un guardia civil de uniforme, pelo medianamente largo, pendientes en las orejas y barba sin cuidar. Nos destacaba nuestra imagen de uniforme y el distintivo del SIGC que muchos miraban con admiración.

Tras el entierro se acercaron sus padres con miedo hacia nosotros, y en este momento es cuando se te seca la garganta y casi no puedes tragar al escuchar hablar a sus padres sobre su hijo, y ver a su novia con los ojos rojos de llorar dándonos un abrazo y las gracias por haber venido. Una familia rota de dolor, no entendían lo que ocurría en el País Vasco y nosotros tampoco podíamos contar mucho, una viuda que no sabía que su pareja estaba destinado allí por miedo a que se preocupase…

Una bandera de España, el tricornio y en nuestros hombros el ataud donde yacía Manuel.

Autor: RO-1 Experto en inteligencia @Undercover_Camo

 

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